sábado, abril 09, 2005

Pura nostalgia y disculpas insolubles

Ha pasado mucho tiempo desde la última vez que anduve parado por estos sitios. La inercia de la vida cotidiana me ha arrastrado hasta un sitio en el que el tiempo para dedicarle unas caricias a la escritura parece vedado. Han pasado muchas cosas desde la última vez que anduve por aquí: organicé un festival medieval; leí varios libros que me hicieron recordar mi etapa de la preparatoria y la secundaria; se murió el Papa y se volvió incomprensible tanta publicidad a un hecho anunciado por la naturaleza desde hacia mucho tiempo; me gané un premio literario de esos que te recuerdan que cada vez eres menos joven; anduve con un chica que ni siquiera se enteró que andábamos buscando algo más (igual y el único que lo andaba buscando era yo); desaforaron al Peje en una de las acciones más prefabricadas, burdas y mal armadas de la historia de nuestro país; me sentí triste de repente (otra vez); recuperé las ganas de estar (nuevamente); me reí de las causas por las que me puse triste (historia vieja); y al final descubrí que por muy otro que me sintiera no podía renunciar a ser yo mismo.
Hoy las cosas pintan de manera patética para un servidor, esta etapa del año, la que va de abril a agosto es odiada con rigurosa minuciosidad por acá el que está detrás del teclado: calor-calor-calor, soles radiantes, días larguísimos, vacaciones en playas cada vez más lejanas no de la geografía sino del presupuesto, moscos entrando en mi habitación sigilosamente y sin aviso, sábanas empapadas de sudor, comida que hay que ingerir porque hasta en el refrigerador se descompone, aguas sin hielos, cervezas tibias en el antro, náusea mañanera causada por las misteriosas hemorragias nasales que desde la infancia me asaltan nocturnamente y que se agudizan con la ola del calor, árboles de sombra inservible, caos vial, microbuseros que sellan las ventanas de su ataúd con ruedas, escritores y "hartistas" diciendo pendejadas en la tele porque el calor les ha atrofiado las neuronas, calor-calor-calor.

Mi sueño: toparme un día con Sherlock Holmes y arrebatarle la pipa y la identidad (los cuentos del morfinómano son los más nublados que puedo añorar).

Mi tortura: ningún hotel de paso ofrece servicio de jacuzzi en las rocas, para ayudar a menguar el calor exponencial de esas afortunadas noches de sábanas ajenas.

Mi consuelo: como vivo solo me puedo pasar encuerado por toda la casa sin miedo a la censura.

La brevedad de mi consuelo: se viene mi hermano el espiriflaútico a vivir conmigo en lo que estudia su licenciatura en Diseño y comunicación visual en la enap de la unam.

Mi falsa excusa de comodidad: la ventaja de no tener novia en estos meses es directamente proporcional a la frescura producto de la ausencia de abrazos y arrumacos.

Respuesta a las líneas anteriores: ¡Buuu, buuu, buuu!

Saludos y que la espera de la muerte (por insolación) les sea leve.

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