martes, diciembre 06, 2005

Cosas para añorar

Ecuchar nuevamente un maravilloso disco como Mellon Collie and Infinite Sadness de los no menos buenazos Smashing Pumpkins, me hizo volver a una época en la que no me preocupaban cosas tan mundanas como el sueldo, la renta, los zapatitos cucos del aparador o algún día llegar a Europa en un viaje que no me costara (tanto). Escuchar la voz llena de registros de un Billy Corgan que por igual suena a melancolía rasgante y rasante de “1974”, como a un ruego que no se rinde fácilmente en “Tonight, tonight”, como a la voz rasposísima que le roba al grunge y al punk una fortaleza sospechada con sólo verle la cara de medio psicópata que tiene. James Iha es un sostén armónico-melódico que muchas bandas “grandes” ya quisieran. Los dos cabrones se separaron y ninguno ha logrado crear lo que juntos hicieron alguna vez. Bueno, pues que de la lagrimita esa de Remi que casi brota al oir tan buen disco, se me ocurrió que todos guardamos cosas en la memoria que añoramos a la primera oportunidad. Yo hice mi lista de cosas que añoro en automático, por inercia, a la primera y sin posibilidad de detención. Ahí van. (También porque la época se pone ad hoc para estas cosas).

Extraño:
· Las idas diarias al cine cuando estaba en la Facultad de Ciencias Políticas, y el Centro Cultural Universitario ofrecía programas bien fregones. Desde cine joven francés (cuando Jeunet, Caro, Besson y Kassovitz eran considerados “jóvenes”), pasando por la azotadez de los alemanes y checos, y hasta llegar a los hoy imprescindibles “independientes” norteamericanos (léanse Arofnovsky, Linch, Kauffman, Solondz, Cohen y demás). Me podía escapar al cine diario porque trabajaba en la Biblioteca Nacional y mi hora de comida se volvía en automático de dos horas. ¿Qué dura dos horas? Pus una buena película.
· Los buenos conciertos de rock mexicano. Sí, aquél que en los noventa logró aglutinar a un buen de banda alrededor de letras, temáticas, ritmos y estéticas que estaban alejados del “Siempre en Domingo Style” o de la tan traída y llevada payola. Conciertos de grupos tan disímiles pero que juntos, en ese entonces no se veían tan mal, lograban que se le pusieran a uno los pelos de puntitas: Maldita Vecindad y los Hijos del Quinto Patio (todavía con el Lobito en las percusiones y el Tiki en la guitarra; en especial el día que se echaron un mano a mano con los de Mano Negra), Caifanes (cuando el Saúl Hernádez cantaba y Alejandro Marcovich era el chido de las guitarras), Santa Sabina (cuando escogían buenos productores como Adrián Belew o Pedro Aznar, Ah, y cuando el Pato Iglesias le ponía cabrón a la bataca), Fobia (sin la mamonería creciente de Leonardo de Lozanne y sí con el talento de Paco Huidobro), el primer Molotov (cantando “Que no te haga bobo, Jacobo” en el antiguo Rockotitlán de Avenida Insurgentes y tirando los spots de luces de tanta brincadera), Tijuana No (con Julieta Venegas de chica mala y no la mala caricatura de hentai japonés en que se convirtió con su último disco), La Castañeda (que tocaban y cantaban horrible, pero que se la rifaban con los performances de cirqueros y teatreros que incluían en sus espectáculos), La Lupita (tocando a todo pulmón “Contrabando y traición” en el Nuestro Rock de 1994), Cuca (y su guarrez natural, “Señorita cara de pizza” decía “dicen que su madre durante el embarazo/ se chingo diez pizzas de un chingadazo. /Por ahí andan diciendo que es una mutante/ a mí no me interesa yo quiero ser su amante”), La gusana ciega (ya con síntomas de desomposición, pero con buenas letras), etc.
· A Nirvana.
· Las tortas de milanesa con queso del Eje 10 y Revolución.
· Mi antiguo depa de Murillo en Mixcoac.
· Ponerme a leer un libro por la noche y no dormir hasta terminarlo. Hoy, con la edad y el cambio de hábitos, el cansancio me vence.
· Que los Pumas ganen partidos en la liga local. (Nostalgia más reciente, ésta).
· Los cafés negros de la olla de mi abuela Margarita, mismos que me fueron recetados minuciosamente desde que tenía como cinco años (por ahí podría empezar a rastrear parte de las causas de mi insomnio).
· Escuchar a Joaquín Sabina bien briago a las seis de la mañana mientras el astro rey se asoma en los canales xochimilcas y no sentirme cursi.
· La culpa y vergüenza al comprar condones (hoy en día hasta me pongo a escoger color, aroma, marca, etc.).
· Escuchar el discurso zapatista, creérmelo y sentirme amplia y auténticamente revolucionario.
· Que mi madre me regañe por llegar tarde a casa, o por no llegar.
· Las encerronas en el Hotel Colonial del Centro Histórico.
· Creer sinceramente que podía ser rock star, actor de cine o, ya de perdis, Premio Nobel.
· La imagen cochina y depravada de Madonna.
· Que las cajeras del centro comercial me digan “Señor”, en lugar de “joven”.
· Poder renegar de la tecnología y repetir que yo nunca iba a usar teléfono celular, computadora o ésas mamadas llamadas Palm.
· Escribir un cuento, artículo o joya de la sabiduría; y tener la completa seguridad de que no necesita corrección.
· Destrozar los textos de los mamoncitos que asistíamos al taller literario de la Facultad de Falosofía.
· Poder echarme en la cama a ver los maratones de Animaniacs o Pinky y Cerebro los domingos en la mañana por canal 5 (ya no los pasan).
· Mazinger Z a las ocho de cada noche.
· La discoteca Tulum.
· Ir a la Plaza Hidalgo en Coyoacán y poder caminar sin tropezar con un ambulante, una chica RBD, un lector de Tarot, una guerrillera del Sanborns o un darkie Totalmente Payaso.
· Tenerle miedo a los punks del metro Insurgentes.
· Las clases de Rosa Beltrán en la Maestría de Letras (¡qué piernas, Dios mío!)
· Poder terminar invicto la rutina de gimnasia psico-física de mis antiguos tiempos de yogui-urbano.
· Ir a fiestas con mis amigos más queridos y no estar tropezando a cada paso con sus crías esparcidas en la sala. Las tertulias mudaron en grupos de ayuda para padres y madres.
· A Mariana y su total, e inexistente, perfección.
· Que los conciertos anuales de Real de Catorce en el Metropolitan sean buenos.
· Los días en que mi claustrofobia no era tan evidente y molesta.
· Mis felices días de mantenido consentido de la Fundación Telmex.
· Creer que algún día voy a terminar mi tesis de maestría.
· En fin.

Y tú, ¿qué extrañas?

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