jueves, marzo 09, 2006

8 de marzo



















Esta fecha suele asociarse con el Día Internacional de la Mujer y con el sentimiento de unidad femenina que transcurre a todo el planeta con la memoria de las costureras quemadas en el interior de una fábrica por pedir mejores condiciones de trabajo. Sin embargo, para los que tenemos en la memoria y en la vida la influencia que puede tener un escritor para comprender mejor el mundo, esta fecha tiene otro significado.

El 8 de marzo de 1994, o sea hace ya doce años, la vida de Charles Bukowski llegaba a su fin. El viejo indecente que se ha encargado de poner en contra a los que disfrutamos de la literatura a secas, y a aquellos exquisitos que todavía creen en el mito de la high culture y su higiénica e inofensiva apariencia. Porque Bukowski sigue vigente y sigue cultivando fieles de su narrativa y su poesía. Narrativa llena de una carga autobiográfica que es imposible pasar por alto. Los textos de Bukowski son textos vivos, textos en los que el lenguaje se regodea en sus posibilidades más extremas. Textos que no le temen a las palabras, a los sentidos, a las interpretaciones, a las clasificaciones.

Porque los textos de Charles Bukowski no están hechos para ser analizados concienzuda y profundamente por académicos y estreñidos críticos literarios, ni por escritores que en la imposibilidad de construir una emoción deciden destruir con palabras de menos valor la capacidad de un escritor para hacer que “se te derrame el té”. Los textos de Bukowski están hechos para ser leídos. Nomás. No tienen ninguna otra pretensión. Encontrar al lector que presta oído e imaginación es más que suficiente para que un escrito de este gringo proveniente del verdadero underground, ése que genera suficiente white trash como para ser una de las naciones más incultas del planeta. Escenarios múltiples que nos muestran la otra cara del american way of life: relatos de prostitutas, de teporochos, de feos solitarios, de dependientes de supermercados, de empleados de carnicería, de mujeres hermosísimas que nacieron en el lugar equivocado, de retozadores sexuales sin prejuicios ni miramientos de ninguna clase, para deambuladores de la noche en busca de un poco de compañía, para alucines de alcohol y drogas chafísimas.

Es por eso que causa tanto escozor y tanto rechazo en las buenas conciencias y en los pretenciosos de “posmoderna condición” y libro del último Premio Nobel bajo el brazo. Porque es un provocador nato. Un hijo de puta que conoce y reconoce a su madre, y por eso mismo la manda al diablo. Porque no es una lectura para los que buscan las razones de su vida en la falsa sensiblería y en la “belleza” que, según esto, debe ser inherente a la obra literaria. Porque son libros que laten, que secretan mocos, sangre, pus y caca. Porque no se ocultan en “la profundidad psicológica” del personaje, o en “la estructura perfecta” del texto. Hablan de la gente normal, de la que nos encontramos (y desencontramos) a diario, de los que creemos conocer y resulta que, de entrada, ni siquiera sabemos sus nombres.
Bukowski tocó muchas sensibilidades y muchas manifestaciones de la cultura popular. Se le incluía dentro de los poetas beat de finales de los cincuenta y principio de los sesenta: Burroughs, Ginsberg, Kerouac. Nunca fue parte de esa tribu. Los maldijo cuando se enteró que cobraban por hacer lecturas de poesía. Los llamó “amariconados”, no “afeminados” sino “amariconados”. Participó desde medios marginales contra la alienación mediática que se apoderó irremediablemente del mundo occidental. Maldijo a Humprey, a Nixon, a Carter, a Reagan. Fue un símbolo del punk rock, del cine independiente. Es memorable todavía la representación que hace Mickey Rourke de su alter ego Chinaski en la película Barfly que narra en clave de ficción parte de la dolorosa biografía de este genial escritor.

Es imposible, si la búsqueda de la literatura coincide con la búsqueda de la libertad, no sentirse atraído por un espíritu de estas características. Es imposible no querer a un cínico que se atreve a decir cosas como: “Bueno, soy un homre con muchos problemas y supongo que la mayoría me los he creado yo mismo. Quiero decir, con las mujeres, el juego, y ese sentimiento de hostilidad hacia grupos de personas, cuanto mayor el grupo, mayor mi hostilidad. Dicen que soy negativo y resentido, rudo.
Recuerdo a aquella mujer gritándome:
-¡Eres tan condenadamente negativo! ¡La vida puede ser bella!
Supongo que puede serlo, especialmente con menos gritos.”.

Bibliografía básica de Buk:
RELATOS
Erecciones, eyaculaciones, inhibiciones
La máquina de follar

Escritos de un viejo indecente

Se busca una mujer

Música de cañerías

Hijo de Satanás


NOVELAS
Cartero
Factotum
Mujeres
La senda del perdedor

Hollywood

Pulp


AUTOBIOGRAFÍA
Peleando a la contra
Shakespeare nunca lo hizo


POESÍA
El mundo visto desde la ventana de un tercer piso

ENTREVISTAS CON BUKOWSKI
Fernanda Pivano, Lo que más me gusta es rascarme los sobacos

BIOGRAFÍA DE BUKOWSKI
Neeli Cherkovski, Hank (La vida de Charles Bukowski)

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