jueves, junio 15, 2006

Que veinte años son nada...

Apunta Nancy M. Kason en Borges y la posmodernidad: un juego con espejos desplazantes que fue en realidad Jorge Luis Borges el que introdujo las características de producción cultural y comprensión del mundo que hoy conocemos como posmodernidad dentro del horizonte creativo de la literatura contemporánea. Borges se ha convertido a lo largo de los años en una especie de tótem literario del cual hablar, opinar y maldecir, acciones que se contraponen tristemente con las posibilidades que otorgan el simplemente leerlo. Hay una cantidad enorme de gente que habla de Borges con una familiaridad que se adivina en un cuate al que vemos en el antro: “es que Borges está bien chido. Sus cuentos son reteposmodernos y complejos en su construcción”. Cosas así me ha tocado escuchar. Borges se ha convertido más en un tema, que en un autor leído.

La reflexión anterior viene a cuento en el veinte aniversario luctuoso de este enormísimo cronopio (usando una expresión del otro tema argento no leído: Julio Cortázar). Veinte años de la ausencia de un escritor que en sus últimos años dictaba sus ideas más que escribirlas. Esa es una de las imágenes más poderosas que acuden a mi mente, la de un cancerbero ciego en una biblioteca llena de libros que están hechos para verse. Imagen que me ayuda a imaginar cuadros de hiperrealismo no realizados. Las sombras de una biblioteca (estereotipo que no repara en que la mayoría de las bibliotecas son de los sitios más iluminados) cayendo dramáticamente sobre un rostro avejentado que tiene los globos oculares completamente blancos. Como el Custer de Spawn. Sé que no es una analogía afortunada, pero es así como yo me lo imagino.

Por otro lado escribir sobre Borges siempre nos lleva a plantear cuestiones revolcadas hasta la saciedad y que rayan en el lugar común: Borges autodidacta que aprende inglés, francés y alemán solamente leyendo libros en esos idiomas; Borges consumidor incansable de artículos de enciclopedia; Borges con incapacidades narrativas para escribir una novela; Borges que queda ciego en una de sus épocas más productivas; el Borges con un asunto edípico no resuelto hasta el día de su muerte; Borges de militancia derechista sin arrepentimiento; Borges en pugna ideológica con Cortázar; Borges fundador, admirador y promotor de los llamados “subgéneros” literarios: el relato policiaco, el cuento de horror, la literatura fantástica; Borges reteamigo de Bioy Cazares; Borges el mejor cuentista del mundo; Borges el de las múltiples interpretaciones; Borges el del cronotopo cero; Borges el de la Argentina perdida de los tangos, el arrabal y el lunfardo; Borges el del cosmopolitismo que encuentra su referencia en el universo; Borges el de la inmensa influencia sobre autores contemporáneos que creen estar encontrando el quid de la creatividad literaria (¡Oh, Dios, escribir un cuento con referencias a todos lados y a ninguno); Borges, como diría cualquier snob pretenciosillo del eje Coyoacán-Condesa-Centro Histórico, “el del Aleph”. Queda entonces preguntar: ¿qué chingados puedo yo escribir sobre Borges?

No quiero escribir sobre Borges. O sobre el nacimiento de Borges. O sobre la muerte de Borges. O sobre lo-que-Borges-significa-para-mí. O sobre qué haría si pudiese regresar. Mejor transcribo a Borges:

“[...] No sé si volveremos en un ciclo segundo
como vuelven las cifras de una fracción periódica;
pero sé que una oscura rotación pitagórica
noche a noche me deja en un lugar del mundo

que es de los arrabales. Una esquina remota
que puede ser del norte, del sur o del oeste,
pero que tiene siempre una tapia celeste,
una higuera sombría y una vereda rota.”
[De “La noche cíclica”]

Postdata aclaratoria:
Existe un oscuro personaje que pretende arrogarse la vida, obra e influencia del genial argentino. Su nombre es José Luis Borgues. No es el mismo. Uno pertenecía a la derecha y al otro no lo leen ni los de derecha. Sus obras son escasamente conocidad y, al parecer, son resultado de seminarios de superación personal chafa y de cursos de inglés de academias patito. Para mayor referencia ver la entrada “Vicente Fox”.