miércoles, marzo 07, 2007

Repensar América Latina


Estoy tratando de reescribir mi tesis de maestría. La nueva visión que adquirí y los bríos para retormar este proyecto trunco tiene que ver con una plática que el Dr. Ignacio Sosa tuvo con los integrantes del colectivo Nostromo el sábado anterior. La plática giró alrededor de la historia que permitió que los Estudios Latinoamericanos se convirtieran en lo que son. Observar el proceso histórico de esta rama del conocimiento; asociado con la necesidad de establecer algunos parámetros en lo que se refiere a describir de manera densa eso que se denomina "identidad latinoamericana".
          La plática fue muy fructífera. Pero hubo algunas cuestiones que sobresalieron entre mis intereses sobre todos los demás, a saber: la idea de que la integración de México al TLC implicó, en términos simbólicos, la integración simbólica de México a una aspiración identitaria con Canadá y los EU, más que con los países de América Latina. Más allá de las implicaciones económicas, el TLC supuso el abandono del horizonte de destino que durante el siglo XX había hermanado a los países de América Latina.
          La similitud de procesos históricos, la emergencia de los movimientos guerrilleros, la intervención norteamericana en la región y la unión (intelectual y de identificación política) con el proceso de la primera Revolución Cubana, son procesos que se dejan de lado y pasan a segundo plano ante la necesidad de encontrar el lugar que la globalización pretende dentro del proceso de norteamericanización (descrita largamente por Frederick Jameson).
          Otra de las cosas mencionadas tiene que ver con la imposibilidad de pensar los problemas latinoamericanos desde la situación de la propia región. Es decir, los elementos teóricos y el horizonte explicativo parte de modelos pensados para explicar, en extenso, la situación de diversos países con situaciones sociales, políticas y culturales esencialmente distintas. ¿Qué mérito tiene pensar la posmodernidad latinoamericana a partir de Perry Anderson (Reino Unido), Gilles Lipovetski (Francia), Jean Francois Lyotard (ibid.), o Jürgen Habermas (Alemania)? ¿Seguir adaptando las estructuras teòricas y explicativas a estos problemas locales a partir de un horizonte ajeno?
          Una de las reflexiones que Sosa dejó en el aire fue la idea de que en ese proceso de abandono del vínculo latinoamericano (por eso cuestiones como el bolivarianismo de Hugo Chávez, el indigenismo de Evo Morales, la revisión de la dictadura de Kirchner y la asumida dirigencia de Lula nos parecen cuestiones exóticas o ajenas; tal vez hemos dejado de escuchar lo que hace exclusiva y particular a nuestra región en un afán integracionista en donde las condiciones son evidentemente desiguales e injustas), fue la pregunta acerca de ¿quién se cree eso de que realmente somos parecidos (o iguales) a los Estados Unidos/Canadá?
          Después de pensar un momento llegué a la conclusión de que muchos escritores de esta nuestra latinoamérica se lo han creído y que más allá de la exploración de las problemáticas de la región (y no estoy a favor de un realismo socialista, que no se confunda), se alude a un universalismo en el cual las élites se sienten a gustísimo, pero en donde el grueso de una población empobrecida no se ve reflejada. Es un problemade educación, cierto. Es un problema de identidad, más cierto aún. Son las exigencias del mercado, a huevo. Pero luego la pregunta surge chingativa: ¿acaso Roberto Bolaño o Fernando Vallejo (por hablar de dos contemporáneos a los que considero excelentes escritores) tuvieron que renunciar a hablar de América Latina para hacer buena literatura? ¿tengo que poner nombres extranjeros y escenarios europeos o norteamericanos para que mi literatura tenga valor (inclusive comercial)?
          Creo que al final no se trata de la reivindicación del realismo mágico o de seguir pensando en una América Latina esencialmente rural (que lo es y no, contradicciones que sobreviven sin pugna), se trata de pensar si argumentos como "lo importante de la narrativa es la trama, sin importar el escenario en el que transcurra" o "estamos en la ambición del cronotopo cero (sic)", pueden ser válidos en una región en crisis (eterna crisis), cuyas contradicciones sociales no encuentran eco en las preocupaciones de sus artistas. Artistas en los que el tratamiento de temas regionalistas los convierte supuestamente en demagogos (más por incapacidad que por verdadera "conciencia social": el argumento es que el arte y la lucha política no se llevan); pero que en la renuncia a repensar de manera creativa las posibilidades narrativas de esta región llegan a un elitismo digno de mejores causas.
          Pareciera que la esperanza está en los "subgéneros" (recontrasic) como la novela policiaca (BEF, Juan Hernández Luna, Taibo II) o la ciencia ficción. De la misma manera en que América Latina se diluye como escenario de la narrativa "seria", los elementos de identificación se van haciendo cada vez más difusos.

No hay comentarios.: