jueves, noviembre 22, 2007

Dos de trompa y tres de tripa

Soy fan de Thomas Harris. No lo puedo evitar. Creo sinceramente que este escritor de best sellers tiene un compromiso asumido con la profundidad conceptual de sus tramas aparentemente triviales. La serie de novelas dedicadas a Hannibal Lecter (The Silence of the Lambs, Red Dragon, Hannibal) destilan un interés auténtico porque la verosimilitud sea parte del atractivo de su escritura.
          Es cierto, también, que después de la adaptación al cine de Jonathan Demme, es muy difícil no pensar en el rostro de Lecter sin tener en mente la genial interpretación de Anthony Hopkins en la segunda aparición del caníbal en la pantalla de plata (la primera fue Manhunter de Michael Mann, 1986).
          Es por lo anterior que Hannibal Rising (Peter Webber, 2007) no pasa de ser un divertimento palomero. Divertimento para estómagos fuertes, pero que a final de cuentas no tiene la tensión y profundidad que le dio Hopkins al papel. El debutante (en el papel) Gaspard Ulliel no llega a transmitir lo que de refinado, educado, imperturbable, exacto y maquiavélico hay en el Lecter de Harris y en el Lecter de Hopkins (que son dos interpretaciones de un mismo objeto).La cinta comienza regular, con esta idea de los lobos durante la guerra, pero a medida que avanzan los cuadros, lo esperpéntico e inverosímil comienza a aparecer. Que hay una tía japonesa que convierte a Lecter en un ninja-samurai, órale; que Lecter aúlla como fanático del América en derrota anunciada cuando le dibuja una bonita M (de Mischa, el nombre de su hermana sacrificada y digerida por los siempre-villanazos nazis y causa principal de su filia antropofágica) a uno de los principales ojetes (estereotipados hasta la náusea) culpables de su trauma infantil, esta bien, concedemos; pero que renuncie a tirarse a la tía buenísima (en muchos, muchos sentidos) interpretada por Gong Li, eso sí ya es el colmo de lo inverosímil.
          Está bien para olvidarse un rato de las urgencias del trabajo y las exigencias de la vida. Pero recordable, seguro que no será.

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