martes, agosto 05, 2008

Destinos


Hoy por la mañana comencé a impartir mis cursos de América Latina en la Universidad Iberoamericana. Comienzo a las siete de la mañana. Nunca he tenido problemas para levantarme temprano, de hecho prefiero hacer las cosas antes de que la vorágine de almas que habita está ciudad desborde las calles. Subí con calma y alegría por la avenida Centenario semidesierta, por la avenida Santa Lucía más desierta aún y me felicitaba por el hecho de recorrer un camino que habitualmente es una sucursal del infierno.
          Al llegar al inicio (o al fin, depende de la forma en que se vea) de la avenida Santa Lucía me encontré, en ese frío de la madrugada a un grupo de gente que esperaba el transporte público justo en la esquina. La mayoría eran trabajadores de la construcción. Se podían reconocer por las mochilas de mezclilla donde asomaban mangos de martillos y herramientas diversas. Casi todos tenían fisonomías indígenas. Bromeaban entre ellos. Se daban de palmadas y se empujaban unos a otros.
          Me puse a pensar, así, después de un flashazo momentáneo en cuál es el mecanismo por el cual esos chavos (la mayoría tendrían menos de 25 años) tenían una suerte distinta a la mía. Probablemente tuvieron un inicio similar: nacimiento en zona rural, migración en busca de trabajo. Pero ellos estaban sobre la banqueta, en el frío, esperando un micro seguro atestado y con un pésimo servicio, mientras yo puedo agradecer que el Smaug II (bauticé a mi coche como un acto reflejo) todavía está de buen ver y se porta requetebien.
          Agradecí no estar en el frío, esperando. Suena egoísta. Sobre todo porque siempre damos por hecho que la vida que tenemos es la que nos tocaba. Qué pensarán ellos (los otros de la banqueta) cuando ven pasar autos de mucho mayor pedigrí que el austero Smaug. Creerán que las suerte les jugó una mala pasada. O simplemente no se lo plantean. No suelo quejarme de las cosas que tengo o de la vida que llevo. Después de ver a esos chicos tendré menos valor de despreciar mi vida. Trabajo para ello, pero es probable que la suerte (de algún tipo) también tuvo que ver para que no estuviera allí. Hay que tener valor para reconocer que uno es afortunado, por muy mal que vaya la vida.

2 comentarios:

Jo dijo...

dicen que uno se "construye" el destino pero a veces yo me niego a esa particular vision sobre mi propio futuro. El azar no sería tan caprichoso y no es de valentia reflexionar sobre los otros, hay gente con supuestamente "mas pedigree" ni siquiera sabe que existen.

susanita la de mafalda puede ser un claro reflejo de esas personas que Quino en un acto del destino a bien pudo trazar

Anónimo dijo...

Mira como ya estas gordo y vives dentro un confort, los de la banqueta te valen madres yo soy uno de ellos y hasta el mas jodido dentro se vocho culero te mira sobre el hombro. es una condición humana cunado viajo en un carrito como el lujoso ultimo modelo de mi vieja o de algún cuate, me llena mi soberbia y los miro o tengo pensamientos culeros para ellos. mis iguales en la democrática banqueta y si pudiera los mojaría con una bolsa llena de miados o que más una mentada de made o un grito de guerra jodidos