sábado, noviembre 22, 2008

Cineclub de madrugada



Soñar no cuesta nada (Colombia, Rodrigo Triana, 2006)

Esta madrugada vi una película que el buen Mauricio Aranguren tuvo a bien pasarme y que relata la historia de una célula del ejército colombiano que, en 2003, encontró varios bidones de plástico con dinero que las FARC habían obtenido para financiarse. La suma alcanzaba la friolera de 46 millones de dólares, de los cuales, según informaciones, sólo se han recuperado 550 000 dólares. Una historia que desnuda muchas realidades, acá la historia real.
          La película se llama Soñar no cuesta nada y la dirige Rodrigo Triana (Como el gato y el ratón [2002] y varias telenovelas) El caso es que la película es entretenida, aunque el ritmo decae hacia el final en lugar de intensificarse. La gran anécdota del soldado cagón que descubre el dinero, es sustituido por el paseo que los soldados, de licencia, se dan por burdeles, tiendas de ropa de marca, concesionarias de automóviles donde compran camionetas de contado y en efectivo.
          Las actuaciones son bastante contenidas, aunque el ambiente de los burdeles y de las prostitutas de plástico que presentan me siguen pareciendo bastante inverosímil. Las reflexiones, que la peli no se atreve a hacer, irían en otro sentido.
          La vida de los soldados, incluyendo los profesionales de campo norteamericanos, resulta nada envidiable. Hay una disparidad entre los sueldos de los políticos que usan a los soldados y los soldados mismos. La tentación que debe resultar encontrarse con esa mina de oro y pasarla por alto debe ser más que irresistible.
          "Esta platica ni es de aquí, son dólares, a nadie le va a afectar que nos la quedemos", dice alguno de los soldados. Refleja también las condiciones precarias que enfrentan los hombres comunes y corrientes en un conflicto que se ha agudizado con los años y que el narcotráfico y la corrupción ha vuelto cada vez más complejo.
          Con historias paralelas que nunca llegan a desarrollarse del todo, la película se deja ver; la música es prescindible, con la riqueza musical del país resulta un tanto desafortunada la elección del score. En fin, lo mantiene a uno despierto en esos momentos en que sólo se puede estar despierto.

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