jueves, noviembre 27, 2008

El demonio de la felicidad


Uno de los motivos más recurrentes de las reflexiones acerca de la propia vida tiene que ver con la espera. La tendencia a preguntarse acerca de aquello que nos espera en el futuro. Un futuro siempre presente, pero que se aleja constantemente. Ese horizonte que la espera inaugura en el futuro muda en utopía cuando las razones que lo hacen posible se refugian en el territorio de lo deseable e ideal.
          ¿Qué esperamos? Espera proviene de la raíz indoeuropea spe que significa extenderse, ensancharse, crecer. En latín muda a spes, que refleja la inminencia de un suceso feliz. En ese sentido, hay dos palabras hermanadas: espera y esperanza. Ensancharse en la posibilidad de obtener la felicidad. Uno, al final, espera eso. La felicidad. Para los griegos tiene una connotación que la acerca a la divinidad maligna (en una cadena Eudamonia/eu, "bien"/ daimwn, "divinidad"/ eudáimon derivó en nuestro idioma en "demonio", pero que para los griegos era un buen demonio, aquél que llevaba lo bueno); para los romanos, en cambio, el significado es más transparente (Felix, plural felices, proviene al mismo tiempo del verbo felare, "mamar" y se utilizaba para descirbir a la mujer que amamantaba). La felicidad entonces se deriva de algo asociado a lo divino y algo asociado a los vínculos filiales.
          La espera de la felicidad, entonces se traduce en la búsqueda y el fin de lo humano. Uno está esperando a ese demonio que pueda traernos una felicidad comparable al lazo que une a una madre con su hijo. Interpretación abusiva que, sin embargo, reviste un mucho de esa imposibilidad de satisfacer la espera.
          Algunas mujeres dicen que los hombres andamos buscando no una compañera, sino una madre. Freud introdujo más elementos en el debate, incluyendo el deseo inconsciente por ésta. Creo que la espera del demonio se reduce a la búsqueda de esa sensación que implicaba la protección, la alimentación, el arropo, la defensa, las garantías de sobrevivencia en los momentos en que la indefensión es evidente. Buscamos la sensación. Esperamos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Y qué tema difícil de reflejar en una narración sin aburrir... aunque ahí está Zama, la novela de Di Benedetto, impresionante (también —en un sentido similar, me dicen— debe serlo El desierto de los tártaros de Buzzatti). Barthes le dedica a la espera una de las entradas más lindas de sus Fragmentos de un discurso amoroso. En mi opinión, la espera es una situación dramática que George Polti pasó por alto: podría ser la Nº 37...

¡Saludos!