martes, enero 13, 2009

La culpa mata, el amor también

(Atención: spoilers poco probables, pero si quieren llegar a ver la peli con su virginidad intacta, igual no conviene seguir leyendo)


Will Smith es divertido. Al menos se concibe más como un negrazo bonachón que sonríe y lanza bromas a granel. Incluso en Alí (Michael Mann, 2001) el cinismo le quedaba que ni mandado a hacer. Es por eso que llama la atención su cara de estreñido en Seven Pounds (Gabriele Muccino, 2008). Su caracterización de un personaje atormentado por la culpa lleva al espectador, al menos durante los primeros 40 minutos, a la exasperación.
          Y es que resulta un tanto cansado el inicio larguísimo antes de que se comiencen a aclarar las cosas. No hay conflicto evidente. Flashbacks vertiginosos que no explican, sino que confunden más. Y sin embargo, al mismo tiempo, es posible dilucidar la trama por ahí del minuto 30. Se sabe que el personaje está en proceso de redención. De la redención por un pecado mortal. Uno de esos que matan no sólo a las víctimas directas, sino también a los ejecutores. Y Ben Thomas (Smith) fue un ejecutor implacable y trágico. Pierde las cosas que más ama en el mundo. Por una estupidez. Y la culpa opera.
          El camino hacia la redención de Thomas pasará por una etapa complicada en la que tendrá que decidir entre renunciar a la redención vía el sacrificio o en proseguir aún a costa de su propia vida. Y la etapa complicada la encarna Rosario Dawson, una impresora-diseñadora enferma del corazón que se enamora (y enamora) al atormentado Thomas. Emily Posa (Dawson) es una de las personas que Thomas ha elegido para redimirse. Pero se enamora. Y la cara de estreñido se intensifica. Más aún cuando la Dawson se pone sexy. Muy enferma terminal pero destila un erotismo que ya lo quisieran varias divas de Hollywwod. La felicidad no es una opción. A pesar de la escena cumbre de la cinta en que Ben se sacrifica por amor. Es decir, la motivación cambia: de sacrificarse por la culpa, termina inmolándose por amor. La música no ayuda a permanecer indiferentes y pensar en la fuerza de esos sentimientos que duermen dentro de nosotros y que más allá de contraponerse, se combinan, se adaptan. La culpa y el amor, en el corazón de Ben (je, je: el corazón), no tienen cabida. Y sin embargo, es un final aséptico, emotivo, lindo.
          Es así que Thomas paga vida por vida. El título refiere, claramente, a la línea inmortal: “A pound of flesh, no more no less”, que suele referirse al castigo que se tiene que pagar por una deuda adquirida. La deuda de Antonio con Shylock en El mercader de Venecia. Una libra de carne por cada vida, siete libras por siete vidas.
          La película no descubre ningún hilo negro, pero se deja disfrutar. Claro, si uno llega con voluntad más allá del minuto 30.

1 comentario:

Jo dijo...

vivir mata...también