lunes, marzo 09, 2009

Quis custodiet ipsos custodes?


Watchmen es una obra política. Cabría entonces preguntarse dónde quedó la posibilidad de que Zack Snyder pudiera cuestionar el estado actual de las cosas. O, ya de perdis, hacer una reflexión sobre lo infiinitamente estúpido que fue el proceso denominado Guerra Fría que mantuvo al mundo en vilo durante cerca de cincuenta años (si tomamos como punto de partida el fin de la Segunda Guerra Mundial y como final la caída del muro de Berlín). Su Nixon no llega ni a caricatura. La política es caricatura frívola y superficial, la descripción de la peli no llega a transmitir, ni siquiera, rabia sobre el accionar de los encargados de la dirección del mundo. Plana en ese sentido, toda la referencialidad a la tremenda crisis de los ochentas, con Reagan y Thatcher en el poder de esa contemporaneidad, acá se pierde por completo.
          Watchmen es una obra teológica. No se me malentienda. Quiero decir que la novela plantea, un poco a la manera de Diderot y de Kundera con respecto al personaje de Jacques, la posibilidad de preguntarse acerca del origen y del papel del hombre en el mundo. De los hilos que lo mueven. El Dr. Manhattan como un demiurgo demediado no llega a transmitir esa sensación de orfandad y abandono casi inconsciente que en la novela es más que patente. Se vuelve un personajes casi cómico, el dilema por el que su humanidad parece irse perdiendo (y que en la novela genera una especie de tensión empática) acá desaparece. Me extrañaron las risitas entre la audiencia con algunas de las apariciones de este personaje en pantalla. Otra caricatura.
           Watchmen es una obra que pone en polémica la idea del hombre malvado por naturaleza. La eterna disputa entre el buen salvaje y el hombre lobo del hombre. La violencia de The Comedian resulta, otra vez, en la parodia de un personaje que se sume en sus propias contradicciones y que encuentra un fin previsible. Y sin embargo, dentro del filme, resulta uno de los actores que salen mejor librados. Se parece de manera inquietante a Robert Downey Jr. con más músculo y sonrisa magnética por cínica. Y sin embargo...
           Watchmen es el mejor cómic de la historia. La película no pasará de ser una mala ilustración con buenas intenciones que se quedó sólo en eso. Nada de imaginación, nada de transgresión, nada de pensamiento propio, una copia fotostática en uno de ésos equipos Xerox de los ochenta: borrosa, poco clara, descolorida y con todas las evidencias de ser, a todas luces, sólo una mala copia.

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