miércoles, noviembre 03, 2010

...y los veneros de petróleo el diablo

México tiene una riqueza de recursos naturales impresionante. Las representaciones del territorio mexicano como el de un cuerno de la abundancia suelen calificarse de exagerados y, sin embargo, hay mucho de cierto en las apreciaciones que permiten tal visión. Herederos de una diversidad ecológica envidiable, territorio variado en ecosistemas y climas, poseedores de reservas de agua potable suficientes para abastecer a su población, enorme potencial de producción agrícola y, sobre todo, recursos no renovables que le permiten ventajas de negociación e intercambio frente a otras naciones, cuestión específica: el petróleo.
          ¿Por qué en México el petróleo no se ha constituido en motor del progreso como en otros países? ¿Por qué la posibilidad de desarrollar tecnologías y producción asociado a la riqueza que el petróleo genera se encuentra estancada desde hace muchos años mientras que otros países se encuentran a la cabeza de innovación tecnológica y transformando su producción en puntos clave de impulso de sus economías y tratados comerciales? Los casos de Noruega, país cuyo gobierno controla el 60 % del aparato productor y transformador de la industria petrolera, u Holanda, máximo productor de gas natural de Europa Occidental, son dignos de tomar en cuenta. El mecanismo en ambos casos ha sido el mismo: buscar la manera de aprovechar los recursos naturales detectados, comenzar su explotación, establecer mecanismos tecnológicos y de investigación que les permita desarrollar su industria, comenzar el avance en diversificación de los productos derivados de esos recursos y reinvertir las ganancias en el crecimiento de la industria que mantiene a otros sectores del propio país.
Pintar el mundo al revés
se ha visto entre tanto yerro:
el zorro corriendo al perro
y el ladrón por tras del juez.

Para arriba van los pies,
con la boca va pisando,
el fuego al agua apagando,
el ciego enseñando letras,
los bueyes en la carreta
y el carretero tirando.

A las orillas de un hombre
estaba sentado un río,
afilando su caballo
y dando agua a su cuchillo.
Eduardo Galeano,
“Coplas del mundo al revés,
para guitarra acompañada
de cantor”
En México la lógica parece haberse estancado a partir de la expropiación petrolera de 1938. México importa gasolina y la vende a precios por encima de la media de países no productores. Es decir, en lugar de aprovechar los beneficios que ofrece el hecho de ser propietarios de yacimientos petrolíferos que pudiesen satisfacer la demanda interna de combustibles y gasolinas, el gobierno en turno insiste en la necesidad de equiparar el costo de la gasolina con el de países que no tienen la fortuna de contar con este recurso. México es un país que exporta petróleo, pero que tiene que comprar sus gasolinas a precios internacionales.
          Para nadie es un secreto que una de las principales fuentes de captación de divisas es la venta de petróleo. Cierto es también que muchos de esos recursos van a abonar la posibilidad de llevar adelante proyectos de contención de la pobreza. Pero es evidente el hecho de que en épocas de bonanza los ingresos excedentes por la venta de petróleo no han sido reinvertidos en investigación o en el desarrollo de la propia industria. Los excedentes de épocas de bonanza se dedicaron a engordar la cuenta bancaria de una burocracia corrupta y perezosa que vio más por sus intereses políticos y económicos que por la posibilidad de una oportunidad que no podía dejarse pasar. Noruega desarrolló una estructura técnica y tecnológica alrededor de la industria petrolera que, en la actualidad, puede, a partir de su inversión en ramas relacionadas como la construcción y la metalurgia, levantar una planta de extracción en medio del mar sin depender de tecnología extranjera. México compra sus gasolinas en el extranjero y no puede concluir con la construcción de una nueva refinería desde hace ya bastante tiempo. En el campo tecnológico sigue dependiendo del desarrollo de otros países que llevan el liderazgo en el desarrollo de técnicas y maquinaria para hacer más eficiente la explotación y transformación del crudo.
Hay dos problemas principales en el uso del petróleo en México. El primero es que la economía del país está basada principalmente en las ventas de petróleo, que en su mayoría es crudo, ya que los derivados con valor agregado, (refinación y petroquímica entre otros), son casi nulos. Además se importan gasolinas porque no hay suficiente refinación y eso disminuye las utilidades que recibe el país. De esta manera se está sobreexplotando el crudo sin tener proyección a futuro. Por un lado no se invierte parte de las ganancias de la explotación, (incluyendo la bonanza por la alza de los precios), en la generación de riqueza en el país, sino que se utiliza para mantener la economía de la nación en el presente, no pensando a futuro. El petróleo sostendrá la economía de México, mientras siga habiéndolo. Sin embargo, casi no se invierte en exploración para asegurar nuevos yacimientos que igualen la cantidad de los que ya se están explotando, y así garantizar la continuidad de la explotación. El segundo problema principal es que el petróleo se está acabando en el mundo. No existe un organismo regulador que garantice que los países que dicen tener una cierta cantidad de petróleo, realmente lo tengan. Esto significa que en realidad no se sabe cuánto petróleo probado se tiene en el mundo.
Daniel Villanueva,
El petróleo en México
Dice el antropólogo Marvin Harris que el control de la energía es el control del poder. Y que este control, en términos nacionales, permite tener autonomía e independencia con respecto del propio destino. A últimas fechas ha resonado con renovada insistencia la versión de que es necesario permitir la privatización del sector energético de México. De permitir la inversión privada, nacional e incluso externa, dentro de los campos estratégicos de la producción energética. Petróleo y electricidad son las energías sobre las que se insiste de manera cada vez más reiterada, con la versión de que se ha llegado a un callejón sin salida.
          Más allá de la certidumbre en el fracaso de la dirección estatal del sector, cabe hacer algunas acotaciones con respecto de los experimentos que se han llevado a cabo en otros países. La intervención del capital extranjero ha llevado a emergencias de viabilidad en los campos referidos a este elemento fundamental de la economía de las naciones: el caso de Argentina con la desafortunada privatización de Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF) ha orillado al gobierno en turno a negociar con la empresa Repsol de España la no renacionalización del recurso, a fin de garantizar que ésta no paralizará al país o pondrá en caos al gobierno en turno. Se depende de una fuerza externa para la estabilidad de una sociedad que pudo administrar sus recursos y garantizar su propia viabilidad.
          La energía es, a todas luces, un elemento que permite hablar y mantener una independencia en el concierto de las naciones. En México ese equilibrio se ha mantenido a pesar de las pésimas administraciones y de la nula visión para llevar a cabo la estrategia que permita al petróleo convertirse en el motor de desarrollo de una industria que le permita crecer como país y resignificar su autonomía frente a las demás naciones. No se puede pensar la independencia si no se tiene control de la energía. La puesta de este recurso en manos ajenas al interés nacional puede llevar a una debacle mayor que la que se vive actualmente.
Hagamos breve historia del proceso creador de las compañías petroleras en México y de los elementos con que se han desarrollado sus actividades.
           Se ha dicho hasta el cansancio que la industria petrolera ha traído al país cuantiosos capitales para su fomento y desarrollo. Esta afirmación es exagerada. Las compañías petroleras han gozado durante muchos años, los más de su existencia, de grandes privilegios para su desarrollo y expansión; de franquicias aduanales; de exenciones fiscales y de prerrogativas innumerables, y cuyos factores de privilegio unidos a la prodigiosa potencialidad de los mantos petrolíferos que la nación les concesionó, muchas veces contra su voluntad y contra el derecho público, significan casi la totalidad del verdadero capital de que se habla.
          Riqueza potencial de la nación; trabajo nativo pagado con exiguos salarios; exención de impuestos; privilegios económicos y tolerancia gubernamental, son los factores del auge de la industria del petróleo en México.
           Examinemos la obra social de las empresas. ¿En cuántos de los pueblos cercanos a las explotaciones petroleras hay un hospital, o una escuela, o un centro social, o una obra de aprovisionamiento o saneamiento de agua, o un campo deportivo, o una planta de luz, aunque fuese a base de los muchos millones de metros cúbicos del gas que desperdician las explotaciones?
Lázaro Cardenas,
Mensaje a la nación (1938)
Es necesario refrendar el compromiso de todas las personas que el 18 de marzo de 1938, en los ecos transformadores de la Revolución Mexicana posterior a su lucha armada, consiguió recuperar un recurso que permitió a México mantenerse con una autonomía relativa y con la generación de ingresos que le permitieran atenuar, que no acabar, con la desigualdad de su población. Traicionar este acto patriótico, es traicionarnos a nosotros mismos.

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