martes, junio 14, 2011

Citas

Quería cortarme el pelo, pero la estilista ha abierto tarde y, más, ha dicho que tiene toda la mañana llena de citas. Ha quedado pues para mañana. Tendré que seguir el día de hoy con la sensación de aparentar ser un melenudo ochentero del tipo Hasselhoff del Auto Increíble o, versión folklórica, un cachún. La experiencia, sin embargo, me ha hecho pensar acerca de las citas y de cómo, cada vez más frecuente, nuestra sociedad se maneja con la irreductibilidad de la reunión acordada previamente.
          Se dan  cita para todo: para pagar, para cobrar, para recibir un servicio, para ofrecer un servicio. El consabido ¿tiene cita? se convierte en la constancia de que el lugar a que hemos llegado ha alcanzado un grado de civilización digna de la más refinada cortesía victoriana. Hasta los mecánicos le dan cita al auto de uno. En fin, que tendré que volver mañana.
          Si seguimos en este camino, incluso los amores a primera vista, impulsivos o espontáneos desaparecerán en aras de la organización previa.
***

Diálogo imaginario
--Disculpa, te estaba viendo tomar tu café y no resistí preguntarte tu nombre.
          --Ya. ¿Tienes cita?
          --¿?
          --Si quieres coquetear o ligar conmigo requieres haber programado tu acercamiento. De esta manera yo puedo prepararme para que mi reacción sea acorde a lo que realmente quiero. ¿Has leído El Principito?
          --¿Es broma, verdad?
          --¿Me ves riendo acaso, imbécil? Te voy a pedir que, por favorcito, regreses a tu mesa, porque en tres minutos pasará el hombre de mi vida frente a la cafetería y vendrá a preguntarme mi nombre para que comencemos una increíble historia de amor.
          -- [Descolocado, cree que ella sigue bromeando]. ¿Y qué tiene él que no tenga yo?
          -- ¡Una cita! Levántate que me estás desconcentrando.
          Y él se va, y llega el otro y se le acerca, le pregunta su nombre, ella se lo dice, bromean y son felices para siempre. Y uno entiende entonces que esa obsesión de las citas intersecta en la convicción profunda de la existencia del destino. Lo que está escrito, pasará. Es lo que nos gusta creer.

1 comentario:

El Corsario Negro dijo...

Siempre habrá un Arlequín para los TickTockMen.