miércoles, junio 15, 2011

El amor de mi vida

Interactuar de maneras diversas con mis estudiantes más jóvenes, sobre todo los preparatorianos, me acerca a una cuestión que hoy me atrevo a mirar con desconfianza: la idea del amor único, más grande y de toda la vida. Con una experiencia reducida (pero gigantesca en perspectiva con mi propia vida a esa edad) con respecto de las experiencias amorosas, no es raro encontrar expresiones como "nunca te voy a olvidar", "no te puedo olvidar", "no sabes cuánto daño me has hecho", "¿por qué no valoraste todo lo que te amé?" y, la más frecuente, "eres el amor de mi vida". 
          La mayoría de tales aseveraciones acusan (y esto sólo lo digo por inducción) que tales personajes pasan por una ruptura amorosa que, en estos momentos, consideran la experiencia más dolorosa y más grande que han tenido en su vida. Y puede que tengan razón. La manera en cómo toda su experiencia vital gira alrededor de esa ruptura poniendo en riesgo su salud (la tentación alcohólica [u otras] es abrumadoramente exitosa), su formación académica (abandonos/ deserciones/ caídas estrepitosas), relaciones familiares (el reclamo de los padres ante lo que consideran, también con razón, exagerado) o en extremo patológicas (amenzas o intentos de suicidio, chantajes emocionales, acoso), es por demás digno de atenderse. 
          Hay una convicción profunda en que se han perdido de algo que no volverán a tener en la vida. Y tienen toda la razón. Sus relaciones siempre van a estar condicionadas por las experiencias previas. Por las malas y por las buenas. Por los errores y por los aciertos, y de éstos por los que fueron apreciados o pasaron desapercidbidos. Pero eso no los condena a ser unos parias sentimentales/emocionales por el resto de sus vidas. Los condena, en todo caso, a aprender de esas experiencias. Vendrán más personas a sus vidas. Tendrán que aprender a modificar y adaptar su vida a las condiciones que les toquen vivir y, sobre todo, que decidan vivir. Si el primer fracaso amoroso los sume en una depresión crónica en la cual deciden que la inmovilidad es la mejor opción, el futuro de sus relaciones estará condicionado a lo que les pase por inercia, no a lo que decidan que les puede pasar. 
        A estas alturas, suelo decir con cierto cinismo cosas en las que realmente creo: que el amor eterno dura como tres meses, que la mejor pareja es la que tienes en el momento en que la tienes, que las pérdidas no son sino oportunidades, que el destino no existe, ni el "vivieron felices", ni "el príncipe azul", ni "la mujer perfecta". Por tanto el amor de tu vida es precisamente el amor que le tengas a TU vida. En fin. 
***

Diálogos en el mall
--¡Qué pasó! Años sin verte. Guapísima como siempre. [Si no fuera por las patas de gallo, las ojeras y las raíces mal pintadas].
          --Y tú, mírate, como los buenos vinos. [Mugroso, panzón, mal vestido]. 
         --¿Y qué andas haciendo por aquí? [No me interesa, pero no tengo otra pregunta]. 
          --Venimos a comprar unas cosas que necesita la niña, crecen rapidísimo. [Bueno, tú eres una excepción, nunca pasaste de tamaño mini].
          --Ah, ¿ya tienen una hija? [No entiendo cómo le permiten reproducirse a gente con los problemas emocionales que tienes tú. Debería haber una ley contra eso]. 
          --Pues sí, uno madura con los años. [Y no se queda anclado en la fiesta, el drama y el tango eterno]. 
          --Bueno, yo los dejo. Tengo una cita y ya voy tarde. [No puedo creer que lloré tanto por este cabrón].
         --¡Qué gusto me dio encontrarte! Ciao. [Más gusto me hubiera dado no haberte conocido nunca, pero en fin].
         --¿Quién era, mi amor? (pregunta la esposa).
          --Una ex. Dizque era el amor de mi vida. 
          Beso.

2 comentarios:

Dios dijo...

Magnífico el diálogo del final, muy acertado a situaciones verídicas jajajajajajajajajajaja!
Supongo que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia!

Jo dijo...

como cambian las cosas
ahora si ya estoy mas tranquila pensé que era la unica que pensaba eso

jajaja