viernes, marzo 23, 2012

Día veintinueve: un libro que me robé


David Boring de Daniel Clowes
Digamos que pedir un libro prestado y no devolverlo es sinónimo de hurto. Fue lo que ocurrió con esta espléndida novela gráfica de Daniel Clowes que un día, con gran ingenuidad, me prestó Ira Franco al regreso de uno de sus múltiples viajes. Fue entretenida su relatoría acerca de la manera en cómo encontró el libro en New York, en cómo lo leyó en el avión y en lo mucho que le había gustado. Acto seguido, me lo prestó. Acto consecuente, al comprobar la veracidad de sus dichos, no se lo regresé.
         David Boring es un joven hastiado de la vida hasta el nihilismo, vive relaciones de pareja disfuncionales a pesar de buscar constantemente una que lo llene a plenitud, tiene problemas con su padre y en general con toda su familia. Un retrato, en ese sentido, de muchos de los adolescentes contemporáneos, sean norteamericanos o no. La novela deriva por muchas subtramas, saltos de tiempo, reiteraciones. En algunos momentos llega a hacer honor a su nombre, pero los chispazos que de repente suelta el autor devuelven el interés. Es una novela psicológica que indaga en cuestiones como la amistad, el amor, los orígenes, la violencia, lo inadecuado de las obsesiones, entre otras cosas.
         Es, también, una novela que nos pone a pensar acerca de la perspectiva y las reacciones que tenemos con respecto de ciertos hechos que consideramos fundamentales en nuestra vida. Que nos permite encontrar un espejo en el hastío y las malas decisiones del protagonista. Que no nos deja eufóricos, sino un poco pensativos.

Daniel Clowes, David Boring, New York, Pantheon, 2002.

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