miércoles, junio 20, 2012

Des-control a distancia


Surrogates (EU, Jonathan Mostow, 2009).
En la casa de mi infancia teníamos una tele a la que había que cambiarle de canal haciendo girar una perilla que “tronaba” cada vez que sintonizaba una frecuencia distinta. Después llegó el primer aparato con control remoto y, desde entonces, nada fue igual. Creo que no es exagerado decir que esa posibilidad de ejercer el mando a distancia ha sido una de las cosas que más han modificado nuestras costumbres y formas de relacionarlos con el mundo y, de manera más reciente, con la tecnología. Puertas automáticas, monitoreo a distancia, brazos robóticos y demás artefactos han facilitado nuestra vida al permitirnos el ejercicio de actividades con un mínimo de esfuerzo.
 El cartel de la cinta.
Imagine un mundo en el cual incluso sus tareas cotidianas, como ir al trabajo o relacionarse con otras personas, las puede hacer por control remoto. Que todos los días puede levantarse completamente fodongo, dirigirse a la cocina a hacerse un café y después, sin prisas, conectar una red neuronal que le permita operar a distancia a un “sustituto”. El sustituto en cuestión es un robot que aparenta la presencia de la persona en el mundo real. Es decir un avatar tridimensional que realiza las tareas que tiene asignadas su controlador, pero reduciendo el riesgo de accidentes de manera importante. De hecho, usted ha decidido usar a este sustituto por varias razones: primero, porque es más bonito que usted, haga de cuenta la foto fotoshopeada que tiene en su perfil de Facebook; segundo, porque los riesgos físicos asociados a la violencia o la muerte se reducen al estar expuesto, en el mundo real, sólo el sustituto; tercero, porque la relación con los demás es más fácil si están convencidos de que el sustituto es más agradable, confiable y predecible que su operador humano.
El cómic en que se basa la peli.
Esta es la premisa de la que parte Surrogates (EU, Jonathan Mostow, 2009), una cinta basada en el cómic que realizaronRobert Venditti y Bret Wendele. En esta podemos ver la lucha que el investigador del FBI encarnado por Bruce Willis tiene que llevar a cabo después de que un asesinato pone en peligro a la casi totalidad de los humanos que utilizan un sustituto. El asesinato accidental del hijo del creador de los sustitutos es asesinado a control remoto, con un arma desarrollada con tecnología militar que extermina tanto al avatar como al operador, esto es, un asesinato a distancia. El padre decide vengarse y para ello utiliza todas las armas que tiene a su alcance, esto es, el conocimiento tecnológico y la capacidad de dominio sobre sus creaciones.
      Hay, como en muchas películas de ciencia ficción, la presencia de los apocalípticos que se resisten a esa tecnología liderados por un Profeta (personaje interpretado por Ving Rhames) en cuya construcción salen a relucir los miedos de la sociedad norteamericana promedio: el fundamentalismos religioso (el profeta considera antinaturales a los sustitutos cibernéticos), la revuelta popular (los anti-sustitutos se encuentran confinados a una especie de gueto y se declaran en rebeldía contra el resto del mundo mediatizado), el prejuicio racial (el Profeta no solamente es negro, sino que cumple con el tipo de musulmán terrorista) y la posibilidad de que la causa acaudillada sea traicionada (esto es importante en la trama por lo que no les echaré a perder parte del desenlace).
El Profeta.
Es una cinta mediana que, sin embargo, nos hace reflexionar en cuestiones como la manera en que la privacidad y la relación con los demás se ha modificado. Por ejemplo, en pensar cómo las redes sociales se han convertido en un medio que nos permite crear vínculos con las personas sin conocerlas realmente; sin haber tenido nunca un contacto real con esas personas. En la cinta esta cuestión es presentada como una despersonalización (y deshumanización en términos más profundos) de la esposa del protagonista que, angustiada por la muerte de un hijo, decide aislarse por completo del mundo y convertirse en una sombra, en un fantasma que finge tener una vida normal. ¿Qué tanto hemos llegado a ese extremo? ¿La tecnología amenaza o transforma nuestra forma de relacionarnos con los demás o, solamente, transforma la dinámica y los medios de esa relación? ¿Qué tan atractiva es la simulación en un mundo que se rige por la apariencia y la ausencia de vínculos afectivos que amenacen el “éxito” de las personas?
      Como extra, se puede ver totalmente madreado y decadente al Willis, al más puro estilo John McClane. Digo, si lo demás no les entusiasma. 
 

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