jueves, enero 22, 2015

Fronteras textuales, fronteras humanas



Así es el arte, ni modo, qué le vamos a hacer. Sirve para denunciar la tragedia y también para disimularla. Es como actuar cínicamente, sin ningún pudor. Lo sabes. Conmueve, te conmueve, podría conmover a los otros, pero no ayuda. Una fotografía no les da dinero, ni drenaje, ni pintura para, al menos, cubrir las paredes.
(“Frontera de sal”)

¿Te gusta el látex, cielo? de Nadia Villafuerte (Tuxtla Gutiérrez, 1978) es un conjunto de cuentos en donde la idea de frontera aparece de manera recurrente. Hay una voz poderosa que igual abreva de la tradición de Carver como de Fadanelli. Relatos que abordan la aparente frivolidad en la cual sus personajes se desenvuelven. En donde los finales anticlimáticos sólo confirman la manera en cómo el miedo es uno de los ejes rectores de muchas de las vidas, no sólo de los personajes, sino de muchos seres humanos. Esa idea de frontera atiende tanto a las físicas (sus relatos se ubican en espacios fronterizos de Centroamérica y en el paso de los habitantes de esta zona hacia México en la frontera sur, además de las ciudades que se ubican cercanas a la frontera norte como Tijuana o El Paso) como a las que separan diversos aspectos de la naturaleza humana (la idea de futilidad del arte, la pobreza, la pulsión de huída, lo que separa al cobarde del imprudente).
          En “Flores rojas”, por ejemplo, contrasta el ejercicio de la ética con la necesidad de exhibir las propias miserias: un periodista se reúne con un asesino que le otorga la exclusiva de uno de sus crímenes y pone al primero en la disyuntiva de publicar tan información. En “Tinta azul” explora las fronteras que construye artificialmente la rutina y la vida cotidiana: una mujer se enfrenta a la oportunidad de infidelidad con respecto de su esposo, al mismo tiempo que considera también la posibilidad de separarse de manera práctica de él. En “Frontera de sal” se narra la crisis existencial y profesional de un fotógrafo que recorre la frontera sur de México en búsqueda de imágenes que le den significado a su vida y, de paso, le permitan sobrevivir mientras el deseo repentino por una mujer ajena lo aqueja (“Parece que el sur, esa palabra minúscula, monosílaba, es la frontera equivocada, el error, el horror histórico”, “El amor también es la representación de un crimen”).
          “Yésira” aborda la historia de un joven que sigue los pasos de su hermana, quien ha sido asesinada por un agente policíaco que se convierte en obstáculo para el sueño migratorio y la aparente confirmación de aquella frase que apunta que todos los males vienen del Norte (“Los muertos luego ya no tienen nacionalidad ni nada. Sólo son números, números que, como ellos, desaparecen”). “La piscina” es un ejercicio en el cual temas como la infidelidad, el deseo, la promiscuidad y el azar resultan disparadores de la tragedia, es una de las piezas mejor logradas del conjunto (“Ambos saben que se trata de una relación desdichada. Y se mienten con la habilidad de los matones a sueldo. Se aman, y los dos tienen ideas semejantes: que el amor debe ser como la heroína, que el amor es el camino común de los desamparados, que el amor implica seguir las instrucciones de Dios, un asesino sin escrúpulos, cínico y capaz de permitir que dos cuerpos se quemen la piel de ese modo y sin sentido”, “Claro que el amor no existe, tampoco Dios, tampoco la libertad, tampoco la democracia, y no por eso, todas esas mierderas abstracciones dejan de ponerte en una encrucijada y lastimarte”).
          “Roxi” explora los terrenos de las fronteras de la identidad sexual, de la imposibilidad de las certezas, de la locura y la madrugada. “What are you looking for” remite a una exploración densa acerca de la manera en cómo las expectativas de los demás se reflejan de modo perentorio sobre nuestras acciones hasta que su vista condenatoria deja de perseguirnos al encontrarnos, por ejemplo, en un país distinto (“--Tendrás problemas siempre por haber mentido. El país más hipócrita del mundo no perdona a quien miente y abusa de su confianza”). Los dos últimos cuentos de esto que llamaré la primera parte coinciden con el tema aunque los tratamientos sean distintos: “Grillos” es un relato en donde la simulación de una vida holgada contrasta con la realidad funesta del desempleo y la amenaza de pobreza; mientras que “Cajita feliz” es una reflexión acerca de cómo a pesar de huir en búsqueda de mejores expectativas de vida, en este caso el american dream, muchas veces el destino ha predeterminado que el desenlace de una historia no sea distinta aunque el escenario cambie.
          La segunda parte del libro está constituida por una novela corta, la misma que le da título al volumen. Es esta una narración en la mejor tradición de la novela negra en la cual elementos como la pobreza, la prostitución, los ambientes clandestinos, los policías corruptos, los políticos todavía más siniestros, se combinan para desarrollar una trama en donde las aparentes víctimas se convierten en victimarios y los papeles se encuentran mudando en todo momento. Una novela que aborda un tema que parece algo común en el contexto actual de nuestro país: la traición política que no duda de valerse del asesinato para hacer posible la realidad de sus propias ambiciones. Y dentro de esas maquinaciones siempre quedan atrapados los pequeños seres humanos cuyas existencias se consideran desechables: los pobres, los marginales, los eternos caminantes. Es una trama que atrapa desde las primeras líneas y cuyo desenlace no desentona con el resto de los textos contenidos en el volumen.
          Es un hecho que lo mejor de Villafuerte está por venir. También es un hecho que estaré entre sus lectores atentos a esas nuevas historias.

Nadia Villafuerte, ¿Te gusta el látex, cielo?, México, Fondo Editorial Tierra Adentro, 2008. 

No hay comentarios.: