lunes, marzo 28, 2016

Daredevil (segunda temporada) y las autodefensas


En el tiempo coincidieron por muy poco. El estreno de la segunda temporada de Daredevil, la adaptación al formato televisivo del cómic creado por Stan Lee y Bill Everett, y la liberación de Nestora Salgado, comandante de un grupo de autodefensas acusada de delitos como secuestro y usurpación de funciones. Algunos se preguntarán por qué poner estas dos situaciones en el mismo párrafo. Bueno, porque pienso que una cosa nos ayuda a pensar la otra. En otras palabras: que el arte no está desligado de la realidad, sino que es una interpretación de ésta.
          Daredevil nace como un justiciero a partir del hecho de que el sistema de justicia, el norteamericano; no cualquiera, niega la retribución moral por el asesinato de su padre a manos de mafiosos del mundo del boxeo. Nestora decide ponerse a la cabeza de un grupo de ciudadanos que, hartos de la inoperabilidad y complicidad del Estado mexicano y sus policías, deciden tomar la vigilancia de sus comunidades por cuenta propia.
          En esta segunda temporada en el sistema de contenidos en línea Netflix, hace su aparición Punisher, otro vigilante que tiene una idea distinta de ejercer la justicia con respecto de la elegida por Daredevil. Para Punisher, creado en 1974 por Gerry Conway y los dibujantes John Romita y Ross Andrum, los medios para conseguir justicia son en suma “flexibles”. Mientras Daredevil lucha por noquear a los maleantes, se niega a usar armas y confía en el aparato de justicia para castigarlos; Punisher ha llegado a la conclusión de que los delincuentes no tienen remedio y que el mejor maleante es el maleante muerto.
          Esta narrativa deriva, sin remedio, en la lógica de “Who watches the watchmen?” (“¿Quién vigila a los vigilantes?”), tesis de una de las obras maestras de Alan Moore: Watchmen. En eso derivó también la dinámica que las autodefensas establecieron desde finales del sexenio pasado, el del nefasto Felipe Calderón. En medio de una masacre en la cual las víctimas se cuentan en decenas de miles, muchos ciudadanos decidieron tomar las armas y enfrentarse a los grupos armados y fuera de la ley que hicieron del narcotráfico, la extorsión, el secuestro, el tráfico de personas y la corrupción policíaca-política su forma de operación.
          Así fue como aparecieron figuras como Nestora Salgado y como el médico José Manuel Mireles. Así fue también como el nuevo gobierno federal, ahora del PRI tan acostumbrado al poder centralizado y vertical, decidió que tener a estos justicieros sueltos era un riesgo para la democracia, la seguridad y el estado de derecho. Y, sin más, y ante un desacuerdo social creciente y evidente, muchos de estos autodefensas fueron encarcelados.
          
Al igual que entre Daredevil y Punisher, las ideas con respecto de la interpretación de la ley y el ejercicio de la justicia difieren. Algunos autodefensas estaban por la opción de entregar al gobierno federal (dada la corrupción documentada de las policías municipales y estatales) a los delincuentes que fueses apresados prácticamente in fraganti; mientras que a otros les atrajo más la idea de justicia expedita y sin tramitología. Esta oposición de perspectivas traerían, a la postre, enfrentamientos entre los mismos cuerpos de autodefensas: aquellos que se consideraban brazo ejecutor de la justicia y los otros que con mantener a raya el avance del crimen organizado se daban por satisfechos.
          Hoy, la idea de policía comunitaria está prácticamente exterminada en los territorios en donde los hombres que se armaron para defender sus comunidades fueron a parar a las cárceles (en donde aún continúan). Aparecen en cambio en lugares en donde el crimen ha ido en crecimiento merced a la incompetencia de las autoridades y la policía: la flamante CDMX, por ejemplo. Muy cerca de la zona donde habito, los vecinos se han proclamado en redes sociales y en reuniones públicas a las afueras de las escuelas y las iglesias en conformar fuerzas de autodefensa ante los asaltos cotidianos, el cobro de piso, la inseguridad en el transporte público, las agresiones a mujeres, entre otras consecuencias de un gobierno rebasado por la realidad y que insiste en la retórica y el chayoteo mediático para ocultar lo que la gente de a pie vive a diario.
          Cada que pienso en las motivaciones de Daredevil y Punisher dentro de la representación que la serie televisiva hace de éstas, no puedo dejar de pensar en el mismo conflicto ético que inunda a los ciudadanos que se organizan para defender lo que más quieren: a sus familias y patrimonios. En este país, no obstante, creo que la sensibilidad pública se sentiría más cómoda con un ejército de Punishers que con uno de Daredevils. Por el simple hecho de que a nuestro aparato de justicia no se le puede ya dar, de ninguna manera, el beneficio de la duda. Ha demostrado de manera consistente ser un modelo de podredumbre que requiere ser reformado.

          Eso es lo que de realidad encuentro en la fábula fantástica (cada vez más fantástica: con zombis-vampiros, maldiciones ancestrales, chinos que saben más de lo que aparentan) contada en las pantallas. Me sorprendo con las descalificaciones que todavía se escuchan con respecto de manifestaciones artísticas como éstas. Nada es una isla. Hoy menos que nunca. 

No hay comentarios.: